Ésta revista sobre el turismo saldrá un poco oscura porque últimamente he escuchado múltiples historias de horror sobre el servicio al turista en nuestro país, en Méjico y tal vez en Buenos Aires, todas historias ligadas a los viajes de consumo de estupefacientes que no son más que actividades subterfugias que ocurren en las ciudades y que acopian a los consumidores que creen que nuestro territorio es para eso, una especie de burdel libre de toda contención del Estado, lejos del ojo avizor del suyo propio, es un tema que surge de las historias de urbe, de la literatura sobre la paranoia, de historias sobre el cuarto poder y esas cosas. Es una creencia que deviene de la idea que el continente es el mundo de las libertades y del mito del buen salvaje. Los turistas gustan de las historias de colonizadores tanto como de las rutas de los primeros científicos ilustrados, gente que como Humboldt vinieron al territorio a dar cuenta de la fauna y la flora, y también de las costumbres de las comunidades alejadas de la civilización.
Estos mitos urbanos, si bien construyen lo que podrían vender como contenido de ciudad, en muchos casos no deja de convocar personajes siniestros que buscan delinquir y agraviar a las personas en las zonas turísticas. La Candelaria tiene mitos urbanos, Cartagena de Indias en la Costa, Mompós… es como una forma de “ser, hacer y estar”, como nos enseñó la exministra de Cultura Paula Moreno, y que construye “poética” en torno a los edificios de Patrimonio. Yo lo llamo turismo de terror, como el que podrían tener ciudades tan importantes como Turín y Pompeya, pero con todos los sueños hechos realidad en nuestro territorio. Si bien el continente europeo es rico en literatura de todos los tiempos, Inglaterra tiene a Jack, el destripador, y también a Frankenstein, ligado a los relatos sobre edificios históricos, y por tanto a la literatura, uno no espera verse atacado por una Gárgola entrando a una Iglesia Gótica mientras la visita. Los turistas que vienen no solo piensan en que una situación así sea posible sino además deseable, turismo de aventura parece ser el nombre genérico que adoptó esta línea de servicio.
Gran parte del turismo a monumentos en el mundo están sustentados en la historia, visitamos el Guernica de Picasso para enterarnos sobre los desastres de la Guerra Civil Española, nos detenemos a mirar la arquitectura morisca en Toledo, España, rememorando ocho siglos de ocupación árabe a ese país. Si bien nosotros construimos esas historias, estamos lejos de una verdadera recuperación de la historia a partir de la infraestructura de los municipios, pienso en un guía turístico en Roma hablándonos sobre su sistema de acueducto, el original, la mega obra construida por los romanos de la época de Homero, 600 a.C. o algo así, el turismo en Latinoamérica parece imbuido más en las historias recientes de la prensa roja que en el pasado heroico de los tribunos del pueblo, en profetas no creemos.
Alguna vez, Gabo, nuestro Nobel de Literatura, que también era gran reportero, escribió sobre los homicidios sucesivos de Italianos en Cartagena de Indias, ser reportero es ir al centro mismo del problema, haberlo experimentado de primera mano, y que no desdice del oficio del periodista, un caso policiaco de los 80’s que intentaban resolver y cuya investigación arrojó como resultado esto del turismo de consumo de estupefacientes, y también la presencia de redes de trata de personas ligadas a los servicios de turismo en las ciudades. La prostitución parece ser un hecho social que usufructúan como atracción para los visitantes.
Turistas frente a la adversidad, parece ser la consigna. Hay relatos también, crónicas periodísticas, del periodista Germán Castro Caycedo sobre turistas “Perdidos en el Amazonas”, es el título del libro, que recuerdan que casi toda la literatura de nuestra América está construida sobre noticias de su época. Crónicas relacionadas con las dictaduras en el sur del continente, textos aireados sobre la libertad y los derechos que impulsan hacia adelante el mito de lo que somos.
Con respecto a los delitos cometidos sobre turistas encontramos varias situaciones, no es una situación de que hayamos querido adentrarnos en el tema, es más la fuerza de las situaciones de violencia que nos llevaron a explorar ese lugar, que estas gentes están entrando principalmente por rutas no avaladas por el turismo formal, tal vez por engaños, recuerdo la información que presentaron los medios sobre unas estudiantes nórdicas de bachillerato que ingresan por Ecuador y terminan en zona guerrillera, como lo pudieron constatar en las fotografías del computador del jefe guerrillero Raúl Reyes incautado durante las investigaciones relacionadas con la presencia de Yair Klein dando instrucción a milicianos en nuestro país y que conllevaron a una gresca limítrofe por la incursión de nuestros soldados al vecino país del Ecuador, traspasando la frontera. Esto no es turismo formal, uno no creería que estudiantes de colegio que se exponen a tales viajes fueran tan inocentes. Uno podría pensar que las trajeron para la prostitución o para enviarlas de vuelta como mulas del narcotráfico. De no haber intervenido el ejército a tiempo, probablemente no encontraríamos rastro de sus actividades en nuestro territorio, muchas personas extranjeras y locales han desaparecido esgrimiendo las mismas excusas.
Hay en los 70’s un extenso número de canciones populares que relatan hechos de turismo, “Camilo Manrique falleció, plantación adentro, camarada”, viajes que inician con el robo de documentos, burundanga, atracos callejeros, desaparición de las víctimas. El consumo de alcohol y estupefacientes solo duplica el número de casos en Colombia. Mientras que el Estado Colombiano no identifique con claridad el problema y desarrolle las políticas necesarias para su mitigación, venir al país de turismo seguirá siendo un riesgo alto.
El turismo es una línea de negocio dentro de las industrias culturales cuyos ingresos no son desdeñables, es una oportunidad de oro para el desarrollo de todo el sector. Para un buen servicio de turismo se necesita construir atractivos que pasan por la gastronomía, los espectáculos públicos como el cine, el teatro y la música, terminando en una importante oferta de productos artesanales y manufacturados, entre otras opciones. No es imposible conseguir un gran acuerdo entre todos los agentes que participan de este mercado para mejorar las condiciones de turismo en el país. Vale la pena intentarlo.
Perdido en el Amazonas – Germán Castro Caycedo.
Audiolibro.
Serie Documental Los Románticos BBC.
Plantación Adentro – Rubén Blades.
El forastero – Nelson y sus estrellas.
Son del tren – Fruko y sus tesos.
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